ANDAMANA: ICONO DEL CANTOR DE GÁLDAR (PRIMERA CAPITAL DE GRAN CANARIA)

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Historia o mito necesitamos de la figura de Andamana como fuente de inspiración e imitación. Corría el último tercio del siglo XIV, cuando en el cantón de Gáldar, que era entonces el más rico y populoso de la isla, vivía una joven de rara hermosura, de singular talento y de grandes virtudes, que lentamente había llegado a adquirir en la isla una reputación envidiable de sensatez, cordura y buen juicio.

Todas las cuestiones arduas, las desavenencias entre las tribus, las familias o los particulares, las enfermedades, el estado de los ganados, la pérdida de las cosechas, los fenómenos meteorológicos, la adivinación del porvenir, las profecías más o menos explícitas, y cuanto puede ser objeto de la curiosidad de un pueblo en la infancia de su civilización, se hallaba bajo el dominio de la hermosa y atrevida isleña.

Admirada de unos, envidiada de otros, pero respetada de todos, nadie dudaba que estuviese inspirada por la Divinidad. Ella misma fomentaba esta creencia con su conducta, reservada, su lenguaje sibilítico y sus frecuentes éxtasis, durante los cuales pretendía estar en comunicación con los espíritus.

Tales hechos contribuyeron a formarle una aureola de gloria, de respeto y veneración, que por muchos años contuvo la malevolencia de aquellos que, dispuestos siempre a censurar las acciones ajenas y a envidiar la influencia que el mérito y la virtud ejercen en la sociedad, se complacían en ridiculizar sus consejos, contradecir sus decisiones y entorpecer y anular sus actos, burlándose de sus pretendidas visiones y poniendo en duda su intachable probidad.


 

Entre los muchos guerreros que la respetaban y aspiraban a su mano, había uno llamado Gumidafe, jefe del cantón de Gáldar, que se distinguía entre todos por su reserva, su influencia y su indómito valor. A éste, pues, resolvió unirse, con la oculta intención de extender luego su dominio sobre los nueve cantones restantes, y vengarse así de sus detractores, constituyéndose en jefe de una sola monarquía.

Aquellas bodas llevaron a Gáldar a la juventud más belicosa del país, y allí, entre juegos y luchas, bailes y festejos, la hermosa y simpática isleña consiguió atraer a su lado y reclutar un numeroso y aguerrido cuerpo de valientes, dispuestos a dar por ella su vida, y formar el núcleo de un ejército, que luego dominara la isla.

Sus planes, aunque lentos, tuvieron por último cumplido efecto: de cantón en cantón los dos esposos pasearon su falange victoriosa por todo el suelo canario, sin que los jefes, hasta aquel momento independientes, se atrevieran a resistirles. Unos con promesas, otros con halagos, y los más, seducidos por el predominio que siempre ejercen el genio y la belleza, se fueron sometiendo sucesivamente al yugo de la discreta y afortunada Andamana.

La tradición calla los acontecimientos que tuvieron lugar durante su reinado. De creer es que, siguiendo la astuta política iniciada con tan buen éxito por ella, fuera atrayendo a su corte, situada en Gáldar, a todos los jefes desposeídos, y con ellos formara su consejo de Guayres, concediéndoles títulos y honores inofensivos que sirvieran sólo para halagar su vanidad. Ello es lo cierto que, al morir ambos esposos, legaron intacta la dignidad real y el dominio absoluto del país a su hijo Artemi Semidán, célebre por la insigne victoria que alcanzó sobre las huestes de Juan de Bethencourt en las playas de Arguineguín, victoria que dio a la isla el título de Grande conque desde entonces fue conocida, y que ha conservado hasta el presente como uno de sus más gloriosos timbres.

Andamana es en la antigua historia de las Canarias, una figura interesante y dramática, digna de colocarse junto a las más célebres que en las tradiciones americanas nos conservan las viejas crónicas españolas. De agudo ingenio, perseverante, audaz, reservada y dotada de las virtudes propias de su sexo, sin las cuales la mujer, cualquiera que sea su posición o su talento, no llega jamás a inspirar respeto, ni a ejercer influencia alguna en la sociedad, supo desde luego dominar, con sólo la acertada combinación y ejercicio de aquellas brillantes cualidades, a la población indómita y altiva que la rodeaba.

La diminuta relación que de sus hechos nos ha legado la historia, probará, sin embargo, una vez más, que nada hay imposible a una voluntad enérgica y decidida, cuando Dios ha concedido al que la posee un destello de eso que los hombres llaman genio.

Andamana llevó a cabo una importante revolución social que, no por ser insignificante el país donde se verificase, dejó de ser extraordinaria. No es de este lugar el examen de las ventajas o perjuicios que los isleños recibieron con aquel cambio de gobierno, ni creemos que existan hoy datos suficientes para ilustrar esa cuestión, pero sí haremos observar que, en el estado de civilización que entonces alcanzaba la Gran Canaria, la sustitución del régimen feudal y arbitrario que ejercían los diez jefes independientes, en una sola monarquía, ejerciendo el poder con cierto número de consejeros o guayres, no dejaba de ser ventajosa a aquellos pueblos, que vieron desaparecer así las frecuentes contiendas a que aquella subdivisión daba lugar

Dedúcese de esto que Andamana fue una mujer de notable capacidad, de afortunada influencia y de relevante mérito. Consagremos, pues, un respetuoso recuerdo a su memoria, porque ella es la más antigua figura histórica de las Islas Canarias” y que ese recuerdo nos proyecte hacia una sociedad como aquella que ella creó con los valores y singularidades de: cohesión, visión, misión, astucia. perseverancia, talento, audacia, sensatez, cordura, buen juicio.


 

 

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