«¿Hacia dónde camina Europa: cultura del esfuerzo (Alemania) o del bienestar personal (EEUU, Gran Bretaña, España…)?»

Aunque, en ocasiones, no somos conscientes de la importancia del pasado en el devenir del presente, trataremos de hacer un pequeño retrato de los valores alemanes de los últimos 200 años y de su sombra en la Europa actual.
La victoria de Napoleón sobre Prusia en la Batalla de Jena en 1806 cambió el mundo, porque condujo a la creación de la universidad moderna, centrada en la investigación. Al iniciarse este proyecto, Federico Guillermo III de Prusia dijo: “El estado debe reemplazar con fuerza intelectual lo que ha perdido en recursos materiales”. Se concibe y se construye un nuevo modelo de universidad: la Universidad de Berlín, fundada entre 1807 y 1810, que con la unificación de los estados alemanes en 1871, en el segundo imperio alemán de Bismarck, se convierte en el modelo de las demás universidades alemanas y, en algunos casos, de las demás naciones. Hasta ese momento, en Alemania y en todos los demás países, la educación superior se reduce a la formación para tres tipos de profesiones: médico, abogado y sacerdote. No existían clases oficiales para científicos, y la mayoría de ellos se formaban, al igual que los artistas, gracias al apoyo de adinerados mecenas o de las Reales Sociedades Científicas de Inglaterra o Francia.

El nuevo modelo de universidad proponía dos objetivos:
1.- Wissenschanft: hacía referencia a todo cuerpo de conocimientos organizados sobre principios definidos, y campos como la historia o la filología podían considerarse tan Wissenschanft como la física o la fisiología. El nuevo modelo de universidad adoptó su vehículo de formación superior de la filología: el seminario, donde un pequeño grupo de estudiantes trabajaban a fondo un tema bajo la tutela de un reconocido maestro de la materia.
2.- Bildung (concepto alemán): se refería a la formación autodidacta de una persona a través de una amplia educación humanista. Este término denota el valor de totalidad, un estado en el que cada parte de la educación y de la vida contribuye a la consecución del bien, la verdad y la belleza. Es una cualidad personal, pero también es la cualidad que hace posible un elevado nivel cultural en una nación. Los productos de la Bildung eran los ciudadanos formados culturalmente. El objetivo de la Bildung era “hacer crecer todas las semillas de uno mismo, pero al servicio del todo”.
Los líderes culturales de Alemania (Bildungsbürger) tienen cierto paralelismo con los Mandarines de la China de Confucio, los cuales presentaban una profunda formación en la cultura china, especialmente en poesía. Lo Mandarines valoraban la formación académica en sí misma y se enorgullecían de trabajar sólo con la mente, no con las manos, menospreciando el “trabajo manual” que también los líderes intelectuales alemanes (Bildungsbürger) despreciaban.
La distinción entre Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschasf (sociedad) nos abre una reveladora ventana del mundo mental de la elite intelectual alemana (Bildungsbürger). El concepto de Gemeinschaft o “ comunidad” representaba todo aquello que valoraban y apreciaban, una autentica comunidad de individuos que compartían la misma lengua, cultura y raíces geográficas, por tanto, una comunidad formaba una unidad orgánica, una única raza o Volk. La educación en Bildung (uno de los objetivos del nuevo modelo universitario) quería ser una educación para la vida en una auténtica comunidad.
Por otro lado, el término Gesellschaft o “sociedad” era simplemente una aglomeración de individuos aislados y sin lazos comunes, a excepción de la ciudadanía y un revestimiento superficial de modales civilizados. Las ciudades, especialmente las ciudades nuevas como Berlín, eran la viva imagen de las lacras de la sociedad. La población de las ciudades estaba constituida, en su mayoría, por extranjeros, inmigrantes desarraigados que buscaban saciar sus ambiciones materiales.
La élite de intelectuales alemanes (Bildungsbúrger) basaba su deseo de totalidad en la experiencia política y social de la Alemania del siglo XIX, ya que antes de 1871 Alemania era una idea, no un estado político como podían serlo Francia o Gran Bretaña. Los pueblos de habla alemana estaban repartidos por toda Europa central, pero estos “alemanes” vivían en estados pequeños, más bien diminutos, casi feudales. El más grande de todos ellos era Prusia, que aspiraba a la unificación en una sola Alemania. Por este motivo valoraban tanto el estudio de la cultura y las lenguas alemanas, que de algún modo les unificaban, si no política, sí espiritualmente.
Existía entre la élite intelectual alemana un cierto desprecio por Norteamérica por considerarla como el emblema de la Gesellschaft, una nación compuesta por emigrantes que habían llegado allí por motivos comerciales, que no compartían una cultura profunda ni el apego a una tierra. Los norteamericanos y sus primos hermanos los ingleses eran meros comerciantes que concebían la existencia del hombre sobre la faz de la tierra como una serie de transacciones comerciales que cada uno intentaba que le resultaran lo más provechosas posibles. El mayor valor para los anglo-americanos y los países del sur de Europa (Grecia, Italia, España…) era el bienestar personal, mientras que el de los alemanes era el sacrificio y el servicio a una totalidad superior, cuyos valores eran “sacrificio, franqueza, lealtad, respeto, coraje, religiosidad, caridad y buena disposición para la obediencia).
La primera Guerra Mundial (1914) fue un desastre para Alemania, la República de Weimar estaba marcada por su nacimiento en la derrota alemana en la Gran Guerra (la primera guerra mundial), por lo que los intelectuales alemanes nunca llegaron a apoyarla. La república generó mas caos (debido, en parte, a la depresión mundial) y frágiles cimientos, cuestión que la hace caer (1933) ante la unidad totalitaria de Hitler y los nazis y, quizás, el mirar para otro lado de la élite intelectual alemana o el hecho de no dejar de mirar porque les ilusionaba el cambio: Ein Reich, Ein Volk, Ein Führer (un Imperio, Un pueblo, un Caudillo).

Y la pregunta es si queda algo de esos valores en la Alemania actual. En mi opinión si, ya que los valores se forman durante bastante tiempo y forman parte de las creencias de los pueblos y de sus culturas. Todo ello me lleva a preguntarme qué tipo de valores son los que van a presidir Europa en las próximas décadas: la cultura del esfuerzo, del sacrificio y el servicio a una totalidad superior o la cultura basada en el bienestar personal de los individuos propios de los países del sur de Europa. Parece que por ahora la balanza se inclina a favor del tesón y el acero alemán.
Estamos pasando del período apolíneo caracterizado por la democracia, libertad individual, igualdad, tolerancia, serenidad, pragmatismo, paz, con sus correspondientes aspectos negativos, hedonismo, indiferencia, nihilismo, relativismo, mediocridad, corrupción…, a un nuevo ciclo que se repite a lo largo de la historia: el dionisíaco, que fomenta los apetitos de jerarquía, méritos, esfuerzo, valores, con sus contrapartidas, no tan positivas, de ansias de autoritarismo, de desprecio de la compasión, de subordinación de la persona a lo colectivo, de belicismo, de intolerancia, de frialdad, inestabilidad, etc.
Como europeo, español, canario y guiense que soy, que Dios me coja confesado. No se asusten, pues el homo sapiens si algo tiene es capacidad de adaptación y, además, en el archipiélago canario, sol y la Playa de las Canteras.
José Ramón Moreno Miranda
